vivencias para capturarlas con su pluma más tarde. Lo contaba y era feliz. No le importaba quien le leyera, escribía para ella y para nadie más. Entonces comenzaron a leerla y ella lo descubrió. Se sintió profundamente halagada.
De pronto, se vio cuidando las formas, ocultando sus pensamientos de los demás, cuidando todo de aquellos que le leían, hasta que se sintió vacía y la escritura le abandonó.
Hoy vaga por ahí y a veces le alcanza una que otra vivencia, pero como las letras ya no le pertenecen, las mira de lado y recuerda cuando las palabras eran suyas y le acariciaban.
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