domingo, 31 de julio de 2011

Recordando la casa de mi abuela


Hoy estuve recordando la casa de mi abuela. Entrecerrando los ojos pude visualizarme entrando hacia la sala, sentarme en los antiguos sillones a leer tiras cómicas del periódico de Olaf el Terrible disfrutando de la luz del sol que entraba a través de las celosías de madera en los altos ventanales.

Recuerdo el olor de esa sala y lo liso que era el escritorio de mi abuelo, también la canasta con fruta que traían de la finca.

Aún creo escuchar el leve rechinido que hacía la mecedora de mi abuela mientras nos contaba cuentos que ella misma inventaba mientras disfrutábamos de la fresca brisa de la lluvia.

Hace días que he estado recordando a mis abuelos y me he dado cuenta de cuanto les he echado de menos, cuanto ha cambiado mi vida y cómo le gustarían a ella muchas de las cosas que hago.

A pesar de extrañarles, me queda el dulce recuerdo de estar con ella tostando semillas de marañón para comerlas calientes, el olor del café recién tostado que me dejaba moler, así como el olor que tenía su ropero lleno de cosas lindas e interesantes. Tal vez su recuerdo sea lo que hace que mis ojos se nublen y mi corazón se estremezca al escuchar aquella canción infantil: "Toma el llavero abuelita, y enséñame tu ropero..."

Qué linda es la infancia y que hermoso es que Dios nos permita tener abuelos que nos muestren la vida de esa manera tan única e irremplazable y que llenen nuestra vida de de momentos mágicos que se convertirán en memorias invaluables.

Hoy me quedo con el recuerdo de mis caminatas al mercado con la "niña Paquita" como todos le decían, a comprar queso fresco recién sacado de moldes metálicos y envuelto en hojas de plátano, para después tomarme un jugo de naranja bajo el abrasador sol en las calles de Santa Ana de regreso a la casa de los abuelos.

jueves, 28 de julio de 2011


“La niñez se mide por los sonidos, los olores y la vista, antes de que llegue la oscura hora de la razón”

John Betjeman

viernes, 22 de julio de 2011

Disfrutando de la lluvia


Hoy mientras llovía deliciosamente en la tarde, salí junto al amor de mi vida a correr y jugar bajo la lluvia.
Mientras disfrutaba del aire fresco y húmedo vi a lo lejos a un puñado de niños jugando y brincando en los charcos completamente felices. Estaban a unas dos cuadras y alcanzaba a oir sus risas hasta mi patio. No pude evitar pensar en lo que es ser niño. En lo divertido que es, en lo poco que importa lo que los demás piensen, en dejar las preocupaciones de lado.

Ciertamente en muchos aspectos aún puedo decir que soy como un niño... me gusta pasear bajo la lluvia, me gustan los programas de niños, los juguetes, los perros, platicar con niños... creo que en parte por eso me hace feliz ser maestra porque de tanto estar rodeada de ellos, he aprendido, aunque sea un poco a ver el mundo con sus ojos, a imaginar y a reír sin pena y fuertemente. Nunca me cansaré de ver la forma en la que analizan el mundo sin siquiera proponérselo como un ejercicio consciente.

Afortunadamente, debo confesar que no me avergüenza ser así, aunque no faltará el amargado que me juzgue de infantil (aunque en lo profundo desearía darse permiso de serlo) no me importa, soy feliz siendo así.