viernes, 30 de junio de 2017

Encuentros

Ella está sentada en un café.  Saca su libro y pretende leer aunque su corazón está a punto de salir corriendo de su pecho.
Cada vez que cambia la página, mira esa puerta esperando verle salir.
Cientos de viajeros salen y son recibidos con sonrisas, largos abrazos y besos.  Ella guarda unos para él.

Mira el reloj nerviosa y espera.   Nunca le han parecido tan largos los minutos ni tan chocante la espera.  Cree mirar su rostro y su andar en cada persona que avanza entre el gentío.  Decide guardar el libro.  No sabe lo que le dice, no puede pasar de la misma línea, solo puede leer el reloj y los crueles minutos que no pasan.

De pronto, ya desesperada de mirar cada instante y un tanto distraída, voltea casi sin mirar.  Y entonces sucede.  Pasa caminando rápidamente con sus ojos ávidos de verla.  Tanto deseaba encontrarla que pasó sin verla, tanto lo esperaba que lo perdió de vista en el instante en el que guardaba el libro.

Pero el amor no se deja engañar por las trampas del destino.  Ella lo sintió llegar y él se detuvo a buscarla. Ella corrió a su encuentro y lo rodeó con sus brazos.  Lo llenó de besos guardados, acumulados por horas, por días y meses.  Él la tomó de la mano para no soltarla ya.  Se fueron caminando,  adueñándose del lugar, de los días, de las horas.  Corrieron juntos a robarle tiempo a la vida.

viernes, 23 de junio de 2017

Sueños

Soñó que él venía y se recostaba en su valle, que aspiraba el aroma de la tierra, de su tierra, que rogaba a diario para que viniera y derramara su lluvia.
Contemplaban el cielo infinito, dibujando y jugando con las nubes mientras el atardecer estallaba en rojos, rosas, naranjas, amarillos y violetas.

Si. Soñó toda la noche que llegaba y le cubría de estrellas el cuerpo entero. Que compartía cada una de sus constelaciones; que se hacía suyo y le tomaba para sí.
Que juntos se volvían luz, viento, sal. Y que al fundirse, sus risas, sus voces se volvían una sola, que sus ojos contemplaban el mismo universo y su piel sentía el mismo calor.

Soñó que le daba una estrella para que anidara en ella y la llenara de luz y polvo estelar. Soñó que estaba por siempre dentro de ella.

Entonces sonó el despertador y un nuevo día comenzaba.  El sol entraba por la ventana y los pájaros trinaban como todos los días.
Lentamente abrió los ojos, solo para sentir como por ellos se escapaba su estrella.

Aún así, supo que el día no podía robarle su presencia pues la vida misma estaba llena de ella.
Que él en realidad, no venía por las noches, sino que de hecho siempre habitaba ahí, dentro de ella.