lunes, 17 de abril de 2017

Diversidad

El amor viene en diferentes presentaciones.
Si, así como suena de trillado. Resulta que este tipo sabe disfrazarse bien.  Tan atrevido, tan temerario, tan necio a veces, suele jugarse todo sin conocer o siquiera vislumbrar una parte del resultado a obtener. Y entonces se va tras de unos ojos o una sonrisa que le resultan irresistibles y se la juega a un volado: cara, dicha y felicidad;  Cruz, andar penando por calles oscuras.

Otras veces, juega a lo seguro. Decide que esa vez caminará sobre suelo firme, que no arriesgará y apuesta a lo que ya sabe que le hará ganar.  Se disfraza de amor de madre.  Y reposa en la mirada de tantas que ven a sus pequeños dormir el sueño de los benditos, sintiéndose cobijados por el alma de aquella que los acunó y protegió desde que llegaron a este mundo.

Sin embargo, es más complejo aún.

El amor viene en diferentes presentaciones, cada vez estoy más segura de ello.
La pareja que vive y respira tomada de la mano.  La pareja que se ama profundamente en libertad, la que se ama en silencio, la que se ama sin que nadie más se de cuenta. Los que se aman en secreto, los que escandalizan al mundo con su amor y se aman más que muchos. Los que aman como si cada día fuera el último.

Los padres que aman a morir. Los niños que aman a sus padres y adoran a los abuelos junto con los días soleados, el verano, el recreo, los perros, las tortugas y la vida misma.
Los abuelos que aman a los hijos y adoran a los nietos.

Aquellos que aman al saber y el conocimiento.  Los misericordiosos llenos de gracia que aman a los que más necesitan ser amados. Los que se aman a sí mismos, para bien o para mal.
Los que aman a las cosas más que a las personas. Los que aman a Dios.  Dios que los ama a todos.

Tú y yo que nos amamos de esa manera única e irrepetible.  Cada tú y cada yo que existe.

Lo dicho, el amor viene en diferentes presentaciones...