miércoles, 13 de junio de 2018

Sobre Owirúame.

Cada día que avanza en el calendario de mi vida, estoy más y más convencida de cuanto le amo. Owirúame, llegó a mi vida de a poco. Fue una conquista de resistencia. Y a pesar de ello, siempre le he visto como un refugio. Le veo, de pie como un árbol frondoso, brindando sombra deliciosa para resguardarse de los rayos abrasadores del sol, con sus brazos siempre abiertos, recibiendo, cobijando, entregándose. Entre más lo pienso, más similitudes le encuentro. Protegiendo, del sol, de la lluvia, del aburrimiento. Y también, dando fruto. Compartiendo, enseñando, entregándose a los demás.
Sus brazos, cuales ramas, siempre han estado extendidos hacia mí. He disfrutado del aroma de sus flores en la primavera de nuestro amor, he jugado en ellos en el verano de nuestras vidas, mientras reía al sentir el viento y la luz que dejaba colar entre sus hojas. Sabe mezclar perfectamente la estabilidad, la fortaleza y la libertad. Él es mi lugar favorito en este mundo. Si todo se acabara, habría un sitio para mí sentada en sus raíces. Siempre sería mi hogar, el lugar al que mi corazón volvería cada vez.

Él es un lugar de paz, como un mar tranquilo, que arrulla el silencio con sus olas, rítmicas, espumosas, acariciando mi playa, esparciendo sobre mi arena, regalos que trae desde el fondo de su ser, conchitas y estrellas marinas ofrendadas sobre mi, estrellas y lunas reflejadas en sus aguas, borrando además, las huellas de quienes han pisado mi suelo, volviendo a dejar mi alma tersa. Sin embargo, aquellos que conocen el mar, saben que no siempre es apacible y él, tampoco lo es. Me inunda con su pasión desenfrenada, y entonces le miro brioso, potente, incontenible. Se transforma y me acaba, me devora. Y entonces, después de la faena, vuelve a su serenidad, a su vaivén rítmico y tranquilo.

Amo su voz semejante al viento de las montañas. Aquel que acompaña, que habla al alma, que llena el corazón y guarda las palabras y pensamientos para dos. Creo que podría escucharle horas enteras. Y como el viento es libre, su mente también lo es. Viajera, traviesa, pero sobre todo eso, libre. El viento que no puede ser capturado, tampoco sujeta nada por la fuerza, se deja acompañar en libertad, me toma como semilla y me acaricia mientras vuelo con él, deja disfrutar el camino sin preocuparse por el destino. Amo esa libertad con la que vive, ésa con la que sabe amar.

Es una mezcla de fortaleza, de paz, de libertad. Es la naturaleza misma expresándose. La montaña imponente, llena de vida, refugio y protección. La lluvia derramándose, esparciendo vida; la tierra dando sustento, soporte, aroma, fruto. Es viento libre, es palabra, es idea. Es fuego que enciende, que devora, que purifica. Es aire, agua, tierra, fuego, el ápeiron mismo, engendrando, dando vida, siendo origen y destino, indefinible, ilimitable, inmortal.

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