martes, 14 de febrero de 2017

La fotografía que nadie ve.


Las fotografías, sin duda, permanecen como el testimonio de que algo fue real, que existió.  Como una ayuda mnemotécnica que evoca una historia completa, así cuando las mostramos, nos escuchamos decir: “y aquí estamos en tal lugar.  Recuerdo que ese día…” y comienza la historia a ser narrada.   Resulta sorprendente cómo cabe tanta vida en un pequeño cuadro inmóvil.   Lugares enteros, seres complejos, historias prolongadas, todo se encuentra ahí, listo para ser contado, para ser revivido.

Sin embargo, existen también otro tipo de fotografías, que  a pesar de llevar contenidas historias, personas y lugares, suelen llevar una carga en sí.  Son aquellas fotografías que nadie ve. Puede que sea porque pertenecen solo a alguien y no pueden o quieren ser compartidas, o porque fueron aquellas que debieron ser tomadas y nunca lo fueron, siendo su existencia perteneciente a los campos de la memoria.

Entonces en esos momentos de quietud, donde mi la mente se recrea paseando en sus propios senderos, pienso en esas fotografías, en esas memorias icónicas que nadie ve y viene una en particular.
La miro, nos miro.  Abrazados, sentados en una banca de parque sonriendo.  Sonriendo al grado de casi estallar en luz, siendo felices de estar por fin juntos.   El césped y los árboles de un  verde brillante de fondo, la luz del sol iluminando nuestros rostros.

Todo comenzó con un saludo, un café en una tarde lluviosa, una mandala en la madrugada, un puñado de historias compartidas y poco a poco, las cosas nos llevaron ahí, a encontrarnos  en ese lugar.  Nos miramos apenas y de pronto lo supimos todo.  Nos abrazamos con nervios, no estábamos seguros de lo que pasaría, solo sabíamos que ese tiempo y ese lugar sería nuestro, siempre nuestro.

La miro de nuevo ¡Qué sonrisas más grandes!, cuánta luz.  Colores tan brillantes.  La felicidad plasmada en una imagen.
Éramos unos extraños conocidos hasta esos días.   Y sin embargo parecía como si nos conociéramos de toda la vida.  Como si nos hubiéramos encontrado después de habernos estado buscando por largo tiempo.

Días llenos de primeras veces pero hablando como viejos amigos, todo tan maravilloso, tan nuevo y a la vez tan cotidiano.

Anduvimos por calles que mis pies redescubrían, corriendo  y riéndonos como niños.  Paseamos tomados de la mano, mirándonos en silencio y diciéndonos todo del alma.  Compartiendo suspiros, contándonos nuestra historia y escribiendo capítulos nuevos.

Recuerdo sentarnos en una banca bajo los árboles a descansar.  Me recargué en tu pecho mientras tu voz me acariciaba.  Hablabas de lo bonito que era el lugar.  Escuchábamos los pájaros a lo lejos, mientras decías que parecía un sueño, un sueño  casi imposible cumplirse.

Me arrullaba el latido de tu corazón, mientras sentía el calor de tu abrazo.  Por un instante imaginé que ese momento podría ser la realidad y no un paralelo en nuestra vidas, no tiempo robado, tiempo nuestro. 

¿Te imaginas una foto así? pregunté. ¿Un recuerdo que pudiéramos llevar con nosotros por siempre? Tú sonreíste y juntos miramos al horizonte, pensando en silencio, deseando que fuera verdad y no solo un sueño.

(... Te amo)

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