miércoles, 6 de septiembre de 2017

La mañana siguiente.


Pasaba la escoba silenciosamente por el inmenso salón.  De cuando en cuando se detenía y admiraba los grandes ventanales vestidos por bellas y elegantes cortinas.  Reanudaba su tarea.  El ruido de la escoba contra el suelo le recordaba el sonido de los pesados y fastuosos vestidos de fiesta al moverse al son de aquellos valses y minués.

Las partículas de polvo a contra luz, los reflejos de los cristales del candelabro, el eco de sus pasos... todo le causaba demasiada nostalgia, qué ajeno le parecía todo ese ambiente.

Y sin embargo, si cerraba los ojos, casi podía escuchar la música llenando el salón, sentir el denso ambiente formado por la mezcla de perfumes, pero sobre todo, podía verlo a él atravesando la habitación y extenderle la mano para llevarle por toda la pista de baile flotando entre sueños y nubes.

Suspiró y abrió lentamente los ojos,  en verdad lucía tan distinto ese lugar, como si un universo alterno se presentara ante ella, como si la historia pudiera haber sido otra.
La verdad es que ya no había más baile, la mañana iluminaba descarada cada rincón de la casa.
Aún sentía el peso de la zapatilla y sin embargo todo era igual que antes.  Tomo de nuevo la escoba y continuó su vaivén, no sabía que más hacer.  Nadie le dijo que debía pasar cuando se terminara la música.

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