Sin embargo, recuerdo que aceptaste tomarte una foto. Fuimos todos a cenar. Ese día fue uno de los más accidentados que he tenido. Literalmente. Te llevaste a mi hija por un helado sin avisar y casi morí del susto, recuerdo lo mal que te sentiste y cuantas veces te disculpaste. No era necesario, ella estaba feliz de haber ido de paseo con su abuelo.
Más tarde fuimos al teatro y gracias a mis “hábiles” pies y a los saltos de tu nieta, rodé por las escaleras a media función. Medio teatro se dio cuenta de mi caída, además de acabar en ropa interior delante del paramédico. ¡Qué vergüenza!
Salimos y seguiste disculpándote, no había caso, solo fue el susto. Para limar asperezas (te regañó todo el mundo…) fuimos a cenar a una pizzería. Para tu nieta, todo fue fiesta y risas ese día. Nos reímos al recordar todo el estrés, nada pasó y todo fue solo una anécdota. Para recordar ese dia, dije: “¡Vamos a tomarnos una foto!” y pronto nos acomodamos para la clásica selfie. Tengo dos fotos de ese día: una con todos juntos y ésta otra, solo tu nieta, tú y yo. Es nuestra última foto juntos. En ese momento, no pensé ni remotamente que sería en verdad la última que tendríamos. Hace días la encontré y no pude evitar las lágrimas. ¡Dios, a veces no soy consciente de cuánto te extraño! Sin embargo, es increíble el poder que guarda una imagen, y lo valioso que es poder capturar esos momentos para preservar una memoria que no sabemos si será la última.
2 comentarios:
Bella esa última foto, más el recuerdo eterno.
Que bonito Anita, yo tambien extraño a mamá, te quiero mucho.
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