lunes, 13 de junio de 2016

Constelaciones.

Al fin te miro.  Me miro en el cielo de tus ojos.  Repaso cada recodo de tu ser.  Bebo tu aroma, aspiro tu esencia, me embriaga tu olor. Cerca de ti, mis manos revolotean cual entusiastas mariposas, ávidas por acariciarte.

Te conozco, te reconozco.  Avanzo de a poco por tu tierra indómita e inexplorada, contemplo ese nuevo lugar y mis ojos se asombran de lo que ven, de la vida frente a ellos.

Cierro los ojos, y escucho tus susurros, tu voz como olas rompiéndose en la playa de mi alma.  Tu risa franca y alegre como aves al vuelo, llenando el cielo y la tierra de luz y sombra.

Los abro de golpe.  Tengo miedo.  Temo que sea un sueño, temo que mi mente ansiosa por ti, alucine tu presencia.  Pero no.  Estás aquí.  Frente a mi.

Exploro tu cielo, navego entre tus nubes.  Exploro tu tierra.  Mis dedos dibujan hermosas constelaciones en tu piel.  Siento como te estremeces.   Me reconoces. El toque de mis manos es el que esperabas, el que tu ser anhelaba.

Me tomas, me reclamas.  Al fin.   Después, viene el reposo.  Habito en la frontera de la conciencia y el sueño.  A punto de dejarme ir contemplo de nuevo tus constelaciones.   Beso cada una de ellas y así de forma tan natural, arde de nuevo el deseo.   Dejamos pendiente el sueño, y voy cual astrónomo a dibujar una a una tus constelaciones.


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