viernes, 29 de enero de 2016

Recolector de sonrisas.

Él pasaba todos los días por esa acera.  Miraba hacia el balcón esperando verla.  ¡Cómo le gustaba mirarla!  Un día, distraído volteó a ver el balcón y la vio.  Etérea, con la vista perdida en el horizonte sonriendo.

Se enamoró de su sonrisa.  Después, cada vez que pasaba, volteaba deseando que la fortuna le diera otra sonrisa como la que vio  aquel día y la Diosa Fortuna, benévola, le regalaba una más cada día.

El las guardaba, las atesoraba en un pequeño cofre como su más preciado tesoro.   Se decía a sí mismo que era el recolector de sus sonrisas.  Se sentía tan afortunado de pasar siempre en el justo momento en el que ella sonreía.

Él no lo sabía, pero ella lo vio primero.  Lo veía pasar distraído diariamente, siempre a la misma hora. Entonces, llegada la hora, abría el ventanal y se recargaba en el balcón, como mirando hacia el horizonte, hasta que Él aparecía dando la vuelta en la esquina y le dibujaba una sonrisa, su sonrisa.

No hay comentarios: