miércoles, 2 de marzo de 2016

Metamorfosis

Había pasado gran parte de su vida la nivel del suelo.  Conocía el aroma de la tierra, del césped, de las hojas muertas.
A veces se recreaba subiendo por el tallo de una planta, caminando por las ramas, para saborear una hoja.  Así transcurría su vida.

Un día quizás por descuido o quizás por el destino, volteó y miró hacia le cielo.  El celeste intenso la sorprendió, los rayos del sol la deslumbraron.  Había sentido su calor, pero nunca lo había contemplado en plenitud.

Amó la inmensidad de los cielos y anheló poder acercase a él, sentir la fresca brisa, danzar con las nubes.

Subió por el tallo hasta la punta, para acercarse un poco más sin lograrlo.  Buscó otras plantas, y árboles también, pero cada vez se sentía más lejos de ese cielo infinito, de esa inexplicable sensación de libertad que se le antojaba como suya.

Y entonces se conformó.  Se resignó a que nunca llegaría a surcar ese cielo y enterró sus sueños regresando a su rama, caminando de nuevo en la tierra, resignada a ser lo que era y a vivir como se suponía que tenía que hacerlo.

Así habitó su lugar por un tiempo hasta que sintió en su interior que no debí ser así.  Que podía vivir diferente, que podía alcanzar el cielo infinito.   Pero no así.  No como era.  Debía liberarse de todos sus miedos, de todo lo que sabía.  Debía transformarse, debía soñar.

Subió de nuevo a su rama y se acomodó a soñar.  A soñar con ser  diferente,  a soñar que sus miedos se iban para siempre, que podía ser como siempre había querido.
Y se durmió con el sueño de su vida mientras hilos de seda cubrían su cuerpo.   Magia creaba un ser  diferente dentro de aquel capullo.

Cuando despertó, salió de su cuna del sueño y se descubrió tan distinta.   Bellas alas la envolvían.  Comenzó lentamente a extenderlas, después a batirlas, hasta lograr remontar el vuelo para alcanzar su destino.
Respirar la suave brisa, jugar con los rayos del sol.  Ser libre por primera vez y para siempre.

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