Cada cual tiene siempre a su cada quien. Su compañero, su cómplice, su incondicional.
Casi de los mismos días, crecimos jugando y leyéndonos la mente. Aprendimos a reírnos en silencio, a crear una coartada idéntica y en segundos.
Crecimos entre risas, pelotas, libros y juegos. Compartíamos todo, siempre, hasta la última galleta. Juntos el Crimen y el Castigo.
Peleé como gato rabioso por defenderte, aunque eso provocara tu enojo. Aprendí que siempre estarías ahí para mí, que podría contar contigo.
Nunca estuvimos solos, nos enseñaron a querernos y apoyarnos siempre.
Tanta tu nobleza que soportó mi carácter caprichoso, tanto tu cariño que me dejaba la última fresa con tal de que sonriera.
Nos hemos alegrado juntos y también hemos llorado juntos.
Dicen que la familia no se elige pero si tuviera la oportunidad, volvería a elegirte como mi hermano mil veces para volver a las andadas pensando en una nueva aventura que emprender.
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