Eres como el recuerdo que tengo del mar en mi infancia. Como aquel mar indomable e impetuoso. Hermoso como ninguno. Enigmático, fuerte y violento.
Sus aguas azules brillando al sol, yendo y viniendo en libertad absoluta, a su entera voluntad.
Y como el mar, eres incontenible, indómito. Imposible de detener. Antes no lo sabía. Quise ponerte en una represa, quise apaciguar tus aguas para meterme a nadar en ellas. No sabía que era una utopía.
He decidido hacer lo que debía desde el principio. Sentarme a la orilla de la playa a mirarte. Escuchar el ir y venir de tus olas, observando lo que deja tu marea mientras te alejas en libertad.
Después me levantaré y te contemplaré por última vez. Respiraré tu brisa salada y cerraré los ojos para escuchar y atesorar tu sonido marino.
Tomaré una pequeña caracola que arrojaste fuera de tus aguas y me iré caminando mientras tus olas borran mis huellas de la arena.
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