martes, 2 de febrero de 2016

Destino.

Ese rojo hilo invisible que une a las personas.  Tan cierto, tan fuerte.  Uniendo las vidas de los seres destinados a encontrarse.
Tantas veces nuestros caminos se cruzaron, se encontraron.
El destino, ese caballero de humor extraño que disfruta de hacer guiños en la película de nuestras vidas.  Nos deja cruzarnos, casi tocarnos pero sin conocernos, hasta que llega ese momento que a él le parece pertinente para que esas almas se encuentren.

Así, nos vimos pasar sin vernos, casi nos hablamos, casi nos encontramos.  Hasta ese día que nos fue permitido conocernos y después de hablar tan solo unas horas nuestras almas separadas en los cielos se reconocieron y volvieron a unirse.

Nos reconocimos, nos entregamos, nos aventuramos a vivir todo aquello que fue planeado para nosotros.  Leímos nuestro destino escrito en las estrellas.

Nuestro camino ha tenido miles de accidentes geográficos que hemos enfrentado tomados de la mano y con una sonrisa en los labios.

Solo una cosa desea mi alma: ser por siempre el brillo de tu mirada, lo que dibuja tu sonrisa, la que cuida los latidos de tu corazón, seguir siendo tu camino y tu destino.

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