sábado, 6 de febrero de 2016

Grisácea

Era una mujer gris.  Alta y espigada, de aire distinguido.  De los tonos más variados de gris que se hubieran  visto.

Y como era gris, todo lo que veía con al menos un poco de color era codiciado por su alma.

Había guardado todo el color dentro de sí, cuando pensó que se le agotaría y vivía con sus colores escondidos.  Siendo gris, siempre gris,

Algunas veces deseaba un poco de coral para sus labios, castaño para sus ojos o algo para sonrojar sus mejillas, pero con el temor de perder lo que le quedaba, prefería robar a quienes le rodeaban.
Robaba el rojo de la sonrisa de alguien, quitando la razón por la cual había sonreído. Quitaba el brillo y el color de los ojos de alguien más, lavándolo con lagrimas provocadas.

Todo lo veía gris y esparcía el gris a su alrededor por envidia.   Envidiaba a todos aquellos que no temían usar su color.

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